El perdón

Detrás de toda experiencia que parezca negativa, discordante, que nos provoque sufrimiento en alguna área de nuestra vida, es porque hay un ciclo que no ha sido cerrado a través del perdón.

El perdón es una señal de curación, a la vez que una puerta hacia ella. Todo el conocimiento del mundo vale muy poco si nuestro rencor sigue creciendo cada vez que el comportamiento de un desconocido nos recuerda nuestras relaciones no sanadas.

¿De qué nos sirve conocernos a nosotros mismos si lo usamos para avivar el odio que nos tenemos y el sentimiento de culpabilidad que nos dicen que a pesar de todos nuestros esfuerzos, jamás seremos capaces de ser, de hacer, de amar, ni de servir lo suficiente para ser dignos de nuestro propio amor?

El perdón supone aceptar de verdad nuestro propio merecimiento como seres humanos, entender que los errores son oportunidades para crecer, tomar conciencia y desarrollar la compasión y comprender que la magnitud del amor por nosotros mismos y por los demás es el pegamento que mantiene unido el universo.

El perdón no es un conjunto de comportamientos, sino una actitud. Cuando nuestras decisiones nacen de nuestro sentido esencial del Yo y no están influidas por las muchas voces del temor y de la duda que hemos aprendido a lo largo del camino, podemos confiar en nuestra capacidad para actuar de una manera que afirme y aliente la luz que todos tenemos en nuestro interior; pero a veces las voces del pasado nos impiden estar presentes en el aquí y ahora.

Se requiere de un trabajo profundo para poder transformarnos y liberarnos del pasado para recuperar la paz y el poder propios de nuestra naturaleza esencial. Se requiere ahondar en las emociones más oscuras, pero sin perder jamás de vista la luz y de esta manera sentirnos a salvo.

El perdón es la clave esencial para la curación y sanación de todas las áreas de nuestra vida, pero esto ha sido muy poco entendido y alentado. La mayoría de las personas ven la necesidad real de perdonar como un punto ciego en su conciencia; sin embargo, es claro que las personas que perdonan son capaces de ir más allá de simplemente arreglárselas hacia una curación más profunda y de disfrutar realmente de su vida.

Cuando nos perdemos en la rabia, el rencor, la culpa y la vergüenza, nos estancamos emocionalmente y perdemos nuestro poder, pero, además el impacto negativo de las emociones negativas aumenta nuestro nivel de estrés y repercuten de manera muy significativa en nuestra salud física.

Perdonarnos a nosotros mismos consiste en gran medida en ir más allá de los juicios y las percepciones que nos limitan y nos encierran en la inseguridad.

Perdonar no significa justificar comportamientos inaceptables o abusivos, pero cuando eliges perdonar te vas liberando de la carga de continuar siendo víctima para siempre y puedes disfrutar de tu vida actual plenamente y con libertad.

A veces resulta fácil perdonar, otras el perdón será una decisión muy valiente; pero simplemente proporcionará más paz en el corazón. Se aprende a vivir más feliz y libre para continuar creando relaciones más sanas con otras personas y con uno mismo. Sin embargo, la mayoría de las personas no han conocido el perdón como una opción factible; nadie nos ha enseñado a perdonarnos a nosotros mismos ni a perdonar a los demás.

Uno de los motivos de que el perdón haya sido tan bien recibido es que tiene sentido; apela a la razón, a los instintos y al corazón. La intención es sacar el perdón del campo de los ideales sublimes y trasladarlo al de una técnica práctica que se pueda integrar plenamente en nuestra forma de ser.

¿Para que elegir perdonar? En el perdón está la esperanza real de vida, encontrando paz y resolución a nuestros conflictos de nuestra existencia.

¿Qué promesa contiene el perdón?

• La de libertad y alivio.
• La de acabar con una batalla interior.
• La de seguir adelante sintiéndonos mejor.